CARNAVAL DE ANTAÑO

En la Tradicional Entrada de Domingo de Carnaval, por ejemplo, los trabajadores ediles eran los primeros en contagiar a la ciudadanía de aquel entusiasmo. En la Intendencia Municipal se “cosían” los trajes de pepinos y kusillos para vestir a todos sus empleados, quienes, queriéndolo o no, estaban obligados a encabezar la farándula carnavalera, ya sea como alegres Pepinos con los colores de la enseña paceña; en tropa de alegres Kusillos, confeccionados con tela de “bayeta de la tierra”; o como bonachonas “Huarjatitas”, (plato tradicional paceño), que no eran mas que disfraces de Pepinos con máscaras de “chanchitos”, hechas de papel “maché”.

En segunda línea y ya también tradicionales en esta fiesta se encontraban los trabajadores de la Fábrica de textiles SAID, ya sea de Pepinos o encarnando a todas las razas de perros: salchichas, pastores alemanes y ch’apis, con telas confeccionadas con su propia materia prima.

Detrás de ellos, interminables masas de pepinos inundaban el tradicional recorrido del día Domingo, al ritmo de estudiantinas, tarqueadas y bandines de “lath’a p’unkus”, de no más de siete u ocho músicos, que fácilmente eran reclutados de entre las poderosas bandas de guerra del Ejército y la Policía, interpretando a lo largo del recorrido y sin descanso alegres huayños y toda aquella música propia del Carnaval.

Luego de la multitudinaria Entrada, la Alcaldía preparaba los tradicionales “Bailes” populares, donde la ciudadanía se regocijaba bailando al compás de el cantante Carlos Romero, junto a las orquestas del momento como la Típica y Jazz de Fermín Barrionuevo; de Víctor Hugo Serrano y mas tarde Delfín y su Combo, Carlitos Peredo y la Swingbaly; entre otras, que tenían la obligación, según ordenanzas de aquel entonces, de “tocar” al menos los mejores temas de su repertorio de manera gratuita, en un convenio de la Municipalidad con los Salones de fiesta de la época. Recordados son los bailes que se hacían en pleno Obelisco o El Prado, lugares habilitados especialmente para esta celebración.

Otra cosa era la “Mascarada”, que con mucho lujo y pompa se realizaba en el Teatro Municipal, o en las décadas de los años 50 y 60, en el Club Ferroviario, en la calle Bolívar, esquina Ballivián, administrado por el famoso hincha bolivarista, Don Chicho Navarro, el Hotel Torino, el Club de La Paz y el 16 de Julio, que estaba instalado donde fuera la Central Obrera Boliviana, en El Prado y no podemos olvidarnos del “Fantasio”, ni del Cine Murillo en 1956 y 57; lugares que congregaron a la flor y nata de la sociedad paceña y que tuvieron como anfitrión al mismísimo Alcalde de la ciudad.

El a veces peligroso juego con agua de hoy en día, contrasta con las formas de diversión de los Carnavales de “antes”, que son recordados por lo anecdóticos y hasta por el cierto grado de ingenuidad que tenían.

Para las Entradas del Carnaval de antaño, las damas que se asomaban a sus balcones, generalmente de la calle Comercio y cercanas, para espectar la Entrada, recibían a las Comparsas que hacían su paso por aquellas calles con pétalos de flores, mixtura y suaves confites. Por su parte los Pepinos, mucho más galanes y caballerosos que los hualaychos de hoy en día, llevaban enormes bolsones, cual alforjas, que contenían cartuchos preparados con talco, casi siempre bien perfumado, los que con mucha suavidad y delicadeza eran lanzados sobre las humanidades de aquellas lindas damitas.

Los Pepinos de antes andaban de incógnito por la ciudad, casi siempre usaban guantes blancos, esto para evitar ser reconocidos por el largo de sus dedos o el color de su piel, –aunque también para ocultar el anillo de matrimonio–. Eran detalles de aquella época de oro del Carnaval Paceño.

Evidentemente alguno que otro despistado se dedicaba a recolectar durante meses cascarones de huevos, los que magistralmente eran llenados ya sea con perfumes baratos o con aguas teñidas, actitudes que más de una gresca ha debido provocar.


Fuente: carnavaldebolivia.com

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